Todo ocurrió
un día concreto. Un día se encontró cada uno de los doce con Jesús. Un día se decidieron a seguirle como discípulos, y un
día Jesús les llamó de un modo solemne desde un monte. Estos son los hechos externos de su vocación, pero en realidad se remonta
a la eternidad. Dios en su infinita sabiduría llamó a cada uno por su nombre para ser apóstoles de Jesucristo
desde siempre.
Pablo, que fue llamado más tarde por el mismo Cristo resucitado, llega a la última raíz de la vocación
al declarar:
"Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien nos bendijo en Cristo con toda bendición
espiritual en los cielos, por cuanto en él nos eligió antes de la creación del mundo para que fuesemos santos e inmaculados
en su presencia por el amor" .
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